
Los que me conocen bien, saben que mi pelo es un poco un signo distintivo de mi, de mi personalidad, me describe un poco y me ha acompañado muy largo, rebelde, abundante y un poco salvaje por ya muchos años. Tengo mucho y hace un tiempo decidí dejarlo ser, al igual que conmigo. Pero esta semana decidí cortarlo y mucho. Más de la mitad de mi pelo se fue. Y seguramente pensarán, pero que estupidez, está hablando del pelo. Resulta que encontré que este acto de valentía, consciencia y liberación, me ha ayudado tantísimo por estos días. Me decían entre chistes, “perdió su poder”.
Después de un episodio traumático en mi vida hace un par de meses, he pasado por lo que llaman estrés postraumático y un duelo. Yo en mi personalidad “overachiever”, perfeccionista y autoexigente, decidí que eso no me daba a mí, o que si eso me daba, seguramente sería leve y se iría muy rápido. Y creí haber transitado esas primeras semanas de manera consciente y lenta, entendiendo lo que pasaba y teniendo paciencia conmigo. Pero resulta que no, sí, al cabo de unas semanas, los síntomas más evidentes se habían marchado, ya no moría cada vez que el celular sonaba o cualquier situación de “riesgo” más mínima posible me llevaba al infierno, las imágenes cesaron, eso ya no pasaba, pero abajo en el fondo, lo que había era el resto del iceberg y yo no lo había notado.
Dos meses después, ante una situación que podría ser sencilla y manejable, estaba en mi casa, un día cualquiera, con un ataque de ansiedad, sin saber qué hacer conmigo, muerta del susto de no poder controlar mis emociones totalmente irracionales y “locas”. Resistiendo absolutamente toda mi realidad. Resulta que sin tener ni idea, estaba llegando a la parte baja del iceberg, y yo pensado que ya todo estaba bien. Cómo sabemos esa es la parte más fuerte, gruesa y poderosa de la estructura de hielo. Se venía lo más duro. Mi trauma me está ayudando a volver a mí, a conectarme con la parte más vulnerable de mí misma y hay que ser honesta, la que siempre he evitado. Resulta que no se trataba de entender, de repente entendí que como muchas veces lo digo y no lo apliqué en mí, se trataba de sentir.

Esta vez decidí mirar bien, esto es algo muy serio. Ayuda, vulnerabilidad, compasión, apertura, reconocer, quebrarme, llorar y dejarlo salir todo. Todo esto comencé a necesitar sin saberlo. Y la vida me lo ha ido dando. Resulta que el estrés postraumático me ha conectado con la parte más vulnerable de mí misma. Con la María que no se podía quebrar, con la María que “todo lo puede”, con la que es muy fuerte y sigue adelante, con mi idea de una María “perfecta”, con mi resistencia a la realidad - de frente y con fuerza. Con la que vive trabajando su espiritualidad y aprendiendo, pero en el fondo no había llegado nunca, de verdad, a esta parte del iceberg.
Así que hoy siento que no, no se trata de perder mi poder. Me desprendí de un peso inmenso. Me liberé de cargas, respiré sin peso en mi cabeza (literal y metafórico) y me siento más libre. Creo que es más, si acaso lo perdí, mi poder lo voy recuperando de vuelta. Porque estoy aprendiendo que mi poder no es ser “perfecta”, ni ser la mas fuerte, ni la que "siempre puede", mi poder real es ahora saber que si no puedo no pasa nada, que si me quiebro soy más humana, que el sufrimiento me hace más grande, que cómo antes leía y no entendía de verdad, mi vulnerabilidad me reencuentra conmigo y también con los demás. Que mi necesidad de perfeccionismo me desconecta totalmente de mí misma y que el amor y la aceptación de mi misma, son lo que me salva.
Lo del pelo, es solo una analogía, que me ha ayudado a recuperarme en esta situación, porque como en el yoga, se siente muy bien en el cuerpo, porque siento de forma tangible el peso que liberé en mí. Aún me falta mucho de este proceso, lo sé. Es mas, seguramente es solo el inicio, pero como leí hace unos días en uno de los libros más mágicos que me he encontrado, que me recomendó mi psicóloga, “Hay un crecimiento después de lo traumático. Una posibilidad de capitalizar lo vivido para tener una experiencia de mayor libertad interior”(1).
Así, que con la certeza de que esto también pasará y con la humildad que ahora recibo con los brazos abiertos, digo “si, perdí mi poder” y si, se siente mucho mejor así.
Gracias Dios mío por tu luz.
(1) “Cuando la Vida te Confronta - Efrén Martínez
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