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Muy difícil, pero bien

Actualizado: 29 abr

Mis amigos y familia me preguntan cómo nos ha ido. Respondo que muy difícil, pero bien. Me miran con cara dudosa y preocupada…Hace 9 meses mi esposo está viviendo en otra ciudad, en la mitad de la nada, nos vemos cada 10 días  y toda esta revolución, ha sido un gran aprendizaje para toda la familia. (Aquí puedes leer sobre cómo empezó todo)



Hoy, luego de 21 años de casada, siento que una relación además de lo obvio de convivir, es realmente apoyar los sueños del otro, tener proyectos conjuntos. Es acompañarse a ser, crecer con el otro, acompañar el vuelo de cada uno y hacer muchos vuelos juntos, hacernos bien y también a veces, hacernos mal... Estos últimos siete meses han sido inmensas lecciones sobre apoyar sueños, acompañar a ser, redescubrirnos en el proceso, confiar, reenamorarnos y aunque suene paradójico, encontrarnos más, a pesar de la distancia.


Esta semana que estuvimos juntos, hablábamos sobre esto y concluimos que entre muchas cosas, lo mas importante es que hemos sabido darle la vuelta a la situación, encontrar las bendiciones en la experiencia que esta viviendo cada uno y cuando estamos juntos, capitalizar el tiempo que estamos separados, aprender mucho sobre nuestra comunicación, valorar como joya el tiempo compartido, con una intensidad de presente muy fuerte. Es peligroso, porque puede convertirse en que la vida no es el tiempo de espera mientras nos vemos y solo vale el tiempo juntos…o en las dudas y las preocupaciones individuales que pueden surgir para cada uno.  Creo que todo esto que va saliendo hay que hablarlo, vivirlo entre los dos.


Siento que lo que ha funcionado también es que cada uno ha explotado su individualidad y su proceso. Hemos podido ser cada uno en sus pasiones, intereses y metas, preocupaciones y retos. Pero también nos hemos encontrado en todas ellas. Hemos aprendido sobre el apego, hablamos sin miedo sobre las cosas difíciles y nos decimos lo que a veces no nos queremos decir (aquí creo que aun nos falta mucha práctica). Vale decir que para llegar a esto han sido años enteros de práctica, errores y aciertos.





En lo que respecta solo a mí, como dice Janeth, la señora que me ayuda en la casa, cada despedida tengo pena de amor profunda y me demoro por ahí dos días en regresar a la normalidad. En eso creo que he mejorado. Con el tiempo se hace un poco mas fácil, he aprendido poco a poco a sentir la tristeza y a no “embolatarla” entre mil tareas que lograban anestesiarla. Esto luego, con su correspondiente efecto acumulativo, se convertía en fuertes migrañas o una insoportable gastritis, para entonces caer enferma, sin entender claramente que pasaba. Ahora le doy espacio, la siento, trato de no tenerle miedo y ella y yo "parchamos" de a ratos, hasta que pasa poco a poco y puedo ir regresando a la normalidad, a mis rutinas, rituales y proyectos. (Al fin y al cabo, esto de gestionar mis emociones es una de mis grandes maestrías)


Cada nueva separación es una put@ mierda. Ahorita estoy en una de esas. Pero ahora tengo la lucidez de ver todo esto y agradecer por cómo hemos crecido, cada uno y como familia. No sé si lo vamos a lograr, sé que vamos bien, que estamos unidos, que hemos disfrutado el camino, que hemos crecido muchísimo y que nos sentimos orgullosos de nuestro proceso. A pesar de tener una mente muy intensa en pensamientos negativos, al final siempre he sido una persona optimista. Prefiero pensar en todo lo que ha sumado y restado esta experiencia y tener fé en nosotros y en el futuro.




Escribo todo esto porque me ayuda a entenderme y plasmar con mayor claridad todo lo que tengo adentro, porque creo que además puede ser útil para los que pasan por cosas parecidas y nuestro camino y experiencia puede ser de alguna ayuda. El tema con mis hijos de 17 años ha sido también todo un proceso lindísimo, de desapego, confianza y amor, que contaré en otra entrada 😊. 


(Más sobre esta historia aquí)

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